El poeta Ruckert contó este cuento Que a los niños alemanes dejó contentos. Tiene rima sonara y al azar Como las obras que solían actuar, Nos lo envió con plena bondad para honrar a los árboles de Navidad.
El pequeño abeto en el bosque creció, Contento y feliz, orgulloso posó. Su cuerpo era recto y sus ramas muy puras; y en verano e invierno brillaban seguras Desde la cima hasta la raíz, sus ramitas crecían, La hermosa y verde plata eterna florecía.
Cayó dormido, el cansancio era total. Las hadas concedieron su deseo una vez más; La noche se apagó y todo quedó atrás, Esta vez parecía un candelabro cristalino Que brillaba con el sol del resplandor matutino; Sus ramas brillaban cubiertas de joyas brillantes. “¡Ajá!,” dijo el abeto, “¡parecen diamantes!”. Y se sostuvo erguido, orgulloso y recto, Pero un viento fuerte lo dejó imperfecto; Imprudentemente y con poco cuidado Sopló sobre las hojas y lo dejó achilado. Las rompió en pedazos y cayeron al piso, Como una ducha planteada, de blando granizo; Y el abeto quedó parado, desnudo ante el vendaval, Su corazón estaba triste por su deseo banal. “Eran hermosas mis hojas de vidrio puro,
Me equivoqué otra vez, por ser inmaduro, Al elegir un vestido tan fácil de romper. Si las hadas pudieran mi deseo conceder, Les pediría algo bonito y más sencillo: Tal vez un vestido con menos brillo, Hojas de la lechuga me gustaría usar, Las hadas reirán pero les va a fascinar”. ¡Le concedieron su deseo en un instante Con verdes, blandas, fascinantes El abeto fue vestido, delos pies a la cabeza “Lo sabía!” gritó, “parezco de la realeza”. Este es el vestido que mejor me queda, Soy el más elegante de toda la arboleda; Ninguno de los otros es tan atractivo como yo”. Y una cabra que paseaba por casualidad berreó, Oyó su charla sin querer, Y se acercó para entender. “¡Yo pienso lo mismo!”, le dijo al olerlo, “Es el más atractivo, quisiera comerlo; Sus hojas son ricas como el té y galletas, Las comeré todas, sus ramas completas”. Y se alejó rápido, muy llena y sonriendo Dejando al pequeño abeto solo y descubierto. Sin una sola hoja para cubrir sus ramas Gimiendo y llorando, viviendo son ganas. Estaba avergonzado, no podía hablar, Sabía que era un tonto por querer soñar, Rompiendo las reglas de la naturaleza, Escogiendo un vestido con poca delicadeza. Envidió a los otros árboles, todos frondosos, Debido a sus deseos todos ambiciosos; Sería un abeto solitario y poco risueño Vencido además por un profundo sueño. Gimió y lloró en su sueño alterado, Y un nuevo día lo encontró arreglado. Despertó recordando un sueño aburrido, Pues allí estaba en el bosque, con su verde vestido.
¡En medio del bosque un abeto acentuado, De olorosa fragancia sus ramas cargado! ¡Con espigas verdes antes de la tempestad, Feliz y contento, muy ilusionado, De ser el mejor abeto de la Navidad!
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Cuentos de Navidad
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